Cuatro estaciones

UN TROZO DE IRENE

Un trozo de Irene
había salido
despedido de mi boca.
La tormenta
me había roto dos costillas
y ya no quedaban botellas.
Seguí escupiendo trozos azules de Irene
que expulsaba mi boca sin cesar
-Mompou sonaba en el tocadiscos-
hasta que quedó compuesta
de nuevo
fuera de mí,
tan deshecho
que no lo olvidé
en una semana.

GUILLERMINA COMÍA ACEITUNAS

Me lavaba los dientes
y pensaba en la graciosa forma
en que Guillermina comía aceitunas,
ese desorden aprobado
mientras ingeríamos números nueve.
Y reíamos
en cualquier idioma.
A Guillermina también
le gustaba el mate.
Caí al suelo
y un hilo de sangre
que salía de mi boca
ahogó a una cucaracha
y cualquier recuerdo de Guillermina.

DISFRAZADA DE METÁFORAS

Lo había gastado todo
y ni el perro volvería
al amanecer.
Safrika se puso sus bragas azules,
pero tampoco la vecina cantaría para ella
ni su hermana le metería mano
mientras le clava sus ojos
los sábados por la mañana
que rompían juntas
disfrutando de sus primeras humedades
la una de la otra
mientras mamá prepara café
antes de gastar dinero.
Ya no volvería a ser como antes,
como cuando la primavera
regresaba a destiempo
disfrazada de metáforas
una y otra vez
en tu entrepierna.

MIENTRAS SONIA ESPERABA

Me gustaba escuchar
el suicidio del agua
desordenadamente eterna
mientras Sonia esperaba
a la banda municipal.
Entonces
los pezones de Sonia
crecían lentamente
deseosos de sentir de nuevo un pasodoble.
Para mí no había música más maravillosa
que ese amanecer en la plaza del pueblo
mientras a Sonia le crecían
los pechos bajo el uniforme,
clarinete en mano,
sentada en la fuente.

2 comentarios sobre “Cuatro estaciones

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