Magdalena siempre dejaba adivinar el alboroto de su mirada, la antorcha que encendía su entrepierna, mientras me la follaba, daba igual el cuándo, el cómo, con quién estuviéramos, o con qué cosa. Magdalena y yo no nos conocíamos más que de tomar cervezas en la barra del bar donde trabajaba medio iluminada por un pequeño sueldo que le permitía pequeñas excursiones nocturnas a Torremolinos para olvidar su existencia loca, su absurda realidad. Magdalena y yo habíamos desarrollado una fuerte atracción, que aún no acierto en qué se basaba, pero que realmente ya estaba haciendo mella en mí, posiblemente el desesperado deseo de carne humana, posiblemente el simple aburrimiento. Posiblemente nunca me interesó realmente el origen de Magdalena, su historia, sus deseos reales. Tal vez era su cabellera rubia, su hermoso culo, o las preciosas tetas que a todo el mundo hacían perder la cabeza lo único por lo que me apetecía de vez en cuando, sin mucho esfuerzo, follarme a Magdalena. Mi deseo por ese resumen femenino que era Magdalena cocinando me volvía loco, y me hacía decir cosas que sólo cuando se subía y me hacía feliz -después de fumar- recitaba de un modo casi inhumano, casi babeando perdido en la humedad de la mirada de Magdalena palpitando. Magdalena tenía una plantación de marihuana que usaba como hechizo para conseguir sus objetivos. Luego, me pedía explicaciones a la luz del sol. Realmente Magdalena no estaba enamorada de mí, Magdalena nunca estuvo enamorada. Magdalena lo que realmente buscaba era un reconocimiento social y oficial de su coño, gritar a todos que conseguía follarse una y otra vez a ese que no se deja follar por cualquiera. Pero ni yo era lo que su mente pretendía, ni las personas que la enterraban en sus propios argumentos su ejército sumiso. Aquella noche era la noche de descanso de Magdalena. Magdalena estaba rodeada de gente que no conocía en su propia casa, inexistente, rodeada de todas mis amistades sirviendo comida y bebidas, como en la barra donde trabajaba desde hacía tres meses día tras día. La cena pronto se convirtió en alcoholes de todas las clases y cigarrillos de marihuana con alguna que otra raya. La cruz de Magdalena entonces comienza a crecer poco a poco al no conseguir sus objetivos, y pronto los invitados comienzan a sentir el empache de mierda en la mirada de Magdalena, una mirada venosa de ira y miedo, de pánico y terror a punto de reventar. Entonces Magdalena comienza a dejar de ser servicial con sus invitados -a desprenderse de peso para poder seguir- que pronto comprenden que Magdalena está desquiciada, que Magdalena está quitándose su disfraz, mudando su piel, comenzando a demostrar quién es verdaderamente porque ya no puede más. Los invitados de Magdalena comienzan a comportarse de un modo violento poco a poco cada vez más. Yo intento calmarlos como puedo, calmar la situación en mitad de un sentimiento de culpa que no sé de dónde nace, pero ya es demasiado tarde, ya no conozco a nadie. Los invitados comienzan a devorar a Magdalena, mientras de entre los gritos me veo yo prendido en una esquina tirado, sangrando por la nariz, susurrando Japón está cerca, una y otra vez.
Japón está cerca
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Publicado por Miguel Pérez
Miguel Pérez (Málaga, 1976) tiene su primer contacto con la música en la Banda Juvenil de Música de los Colegios Miraflores y Gibraljaire de Málaga, su ciudad natal, en cuyo conservatorio superior se gradúa posteriormente como Profesor de Solfeo, Teoría de la Música, Transposición y Acompañamiento, y Profesor Superior de Tuba. Desde 1990 compone en muy diferentes formatos que publica y estrena por todo el mundo, escribiendo música para radio, televisión, cine, y toda clase de espectáculos. Con Miguel Pérez Consort graba en 1999 Deus Meus, su primer lanzamiento discográfico, al que le seguirá un celebrado monográfico con sus composiciones dedicadas a la Semana Santa de Málaga que graba la Banda Municipal de Música de Málaga en el año 2006. Entre 2010 y 2020 escribe numerosa música para piano que culmina con el disco Treinta Años Escribiendo Música (2020), en el que Miguel Pérez vuelve a grabar una selección de su obra para piano. Afincado en Canarias desde 2007, y después de treinta años dedicados plenamente a la composición e interpretación musical en su sentido más personal, actualmente invierte su tiempo exclusivamente a la labor docente que desempeña como Jefe del Departamento de Música del IES Santo Tomás de Aquino en la isla de Fuerteventura. En los ratos que le sobra, escribe la música que le viene en gana, música que comparte con sus seguidores en Spotify y demás plataformas musicales en la red. Más en https://miguelperez.es/ Ver todas las entradas de Miguel Pérez