Ese momento de Mario

El cielo iba desapareciendo, iba tragándose el azul para convertirse en unas pequeñas lucecitas misteriosas que también desaparecerían con el humo azul de Mario. Mario que expulsaba por última vez el humo azul en aquella isla, dejándose atravesar por las notas de Bill Evans que escapaban de una vieja radio, mientras el tiempo mordía a Mario, mientras Mario mordía la última chusta de la noche con cierto desprecio mirando al mar que ya era sólo reconocible por las intermitencias de la farola, que junto al aroma salino de aquella noche hicieron escapar unas lentas lágrimas a Mario, quizá por nostalgia, quizá porque las intermitencias de la farola eran una invención en ese momento de Mario, porque farola sólo hay una, y porque más quisiera Mario quedarse ciego con las aquellas intermitencias que de vez en cuando, seguía echando cada vez más de menos…

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