Cristina tenía un ligero brillo en los ojos bastante alucinado. No acertaba ni aceptaba exactamente nada y esto provocaba en ella una inexactitud e inestabilidad vital que le proporcionaba cierto entusiasmo. Los días pasaban rápidos y se acercaba el final, y Cristina seguía sin determinar sus ensayos, que siempre empezarían de una manera y terminarían de otra totalmente distinta. Procuraba atormentar a todos sus músicos con discursos despacios que tranquilizaran o que aparentemente quisieran conseguir este objetivo aburrido, pero tanto espacio entre palabra y palabra conseguían otros discursos no verbales que hacían relamer de entusiasmo a todas aquellas jóvenes promesas que trabajaban en aquella ocasión con Cristina, justo el objetivo real de Cristina. Parecía terminar el encuentro y María se atrevió a pedirle a Cristina que la acercara a casa, que no se encontraba demasiado bien como para volver sola con tanta música dentro. Curiosamente Cristina estaba deseando invitar a cenar a María desde los primeros momentos en que sus miradas se cruzaron en los primeros intentos de ensayo, y aprovechó esta ocasión inmejorable para conocer aún mejor los sus desvelos. María acabó con su novio la noche anterior, lo descuartizó literalmente y tiró sus trocitos al río más cercano. María se sentía preocupada por éste su terrible impulso. Los celos de María pudieron en esta ocasión con sus pasiones y no dejaron explicar a su novio los motivos reales por los que se acostaba todas las noches con la inaccesible Cristina que sin poder dejar de terminar a María de contar la su historia real, la comió a besos con los ojos llenos de lágrimas todavía sin abrir la botella de oporto que Cristina siempre reserva para sus músicas y ocasiones especiales como esta. La escena colma de emoción y amor a María sin saber muy bien por qué sin enterarse muy bien de qué, y decide arrancar la poca ropa que lleva Cristina y hacerle el amor sin explicación lógica muy lentamente. Amanece y mezcladas de sangre, se comen las bocas por última vez a la luz del día y deciden entregarse, llenas de música, entregadas al estreno absoluto de sus encantos, a la realidad estúpida que se había trazado a su alrededor sin demasiado orden, como improvisadamente, con música de fondo de un puñado de niños prodigio que acabarían en cualquier siquiátrico al conocer lo sucedido, aporreando pianos, escupiendo espumas…
Escupiendo espumas
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- Miguel Pérez
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Publicado por Miguel Pérez
Miguel Pérez (Málaga, 1976) tiene su primer contacto con la música en la Banda Juvenil de Música de los Colegios Miraflores y Gibraljaire de Málaga, su ciudad natal, en cuyo conservatorio superior se gradúa posteriormente como Profesor de Solfeo, Teoría de la Música, Transposición y Acompañamiento, y Profesor Superior de Tuba. Desde 1990 compone en muy diferentes formatos que publica y estrena por todo el mundo, escribiendo música para radio, televisión, cine, y toda clase de espectáculos. Con Miguel Pérez Consort graba en 1999 Deus Meus, su primer lanzamiento discográfico, al que le seguirá un celebrado monográfico con sus composiciones dedicadas a la Semana Santa de Málaga que graba la Banda Municipal de Música de Málaga en el año 2006. Entre 2010 y 2020 escribe numerosa música para piano que culmina con el disco Treinta Años Escribiendo Música (2020), en el que Miguel Pérez vuelve a grabar una selección de su obra para piano. Afincado en Canarias desde 2007, y después de treinta años dedicados plenamente a la composición e interpretación musical en su sentido más personal, actualmente invierte su tiempo exclusivamente a la labor docente que desempeña como Jefe del Departamento de Música del IES Santo Tomás de Aquino en la isla de Fuerteventura. En los ratos que le sobra, escribe la música que le viene en gana, música que comparte con sus seguidores en Spotify y demás plataformas musicales en la red. Más en https://miguelperez.es/ Ver todas las entradas de Miguel Pérez