El protocolo

El mundo volvió a dividirse en dos una vez más, los que copiaban, y los que eran copiados. Mientras, los árbitros –espectadores corruptos del desequilibro constante de tremenda tontería- se llenaban los bolsillos en silencio, cargando en cuenta a los susodichos ejércitos la tasa correspondiente por el derecho a jugar en este partido de fútbol, las multas por las prórrogas y retrasos, y los uniformes de colores.

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