Un paseo alrededor de la mesa de billar

Me contaba cómo llegaba a media noche y se sentaba en el salón a leer un libro. Discutían y follaban, y viceversa. Bebían whisky de ese que tanto le gusta y seguían leyendo, follando, y bebiendo hasta la claridad del día. Otras veces me mandaba volúmenes de la historia del jazz por correo, y me castigaba con sus falsos embarazos y sus enormes discusiones sin sentido. A ella no terminaba de gustarle el caprichoso comportamiento de Joaquín pero le encantaba que la abofetearan mientras le hacían el amor, y eso Joaquín lo hacía muy bien. También le dedicó alguna canción en el último disco, pero eso sólo lo saben ellos, y ahora yo. Después viajó a México y desapareció. Volvió cambiada, con enormes y extraños deseos en sus palabras, con otro disco dedicado, pero sus palabras ya no eran las mismas, ni esos deseos tan suaves los que yo conocía, como cuando me escribió por primera vez para que escuchara su primera canción mientras me avisaba que ojito con plagiarla, que ya estaba registrada, como cuando nos vimos en Valencia y dibujamos un paseo alrededor de la mesa de billar…

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