Infortunios

A Lourdes Olveira

Es difícil situar el origen del problema. Lo cierto es que hoy por hoy no me gusta la navidad. Las noches que rodean la navidad me ponen muy triste la estrella intermitente del centro comercial me pone nervioso. Yo acostumbro de noche a escuchar música mientras miro por la ventana cualquier noche del año pero ahora la vista sólo distingue la silueta de una estrella construida por bombillas que se encienden y se apagan de un modo muy poco natural y no me gusta. Tenía seis años cuando empecé a preguntarme por qué la gente se pone de repente tan feliz por qué todos a la vez como si se hubiesen puesto de acuerdo tan felices. Con el paso de los años entendí que la fiesta de la navidad en el colegio era una tradición como los exámenes o el bocadillo en el recreo una tradición como despedir o recibir un año tras otro con la misma felicidad por triste que resulten nuestras vidas el resto del año como descansar a media mañana probar un trozo de infierno o besar las nalgas de mi vecina a media noche modos de romper la tradicional rutina diaria modos cotidianos de quebrantar la madurez del ser humano más o menos en el tiempo o la más o menos destrucción del desarrollo de una vida oficial. No soporto la navidad porque me impide escuchar a Bach no puedo escuchar ni un sólo preludio con estas bombillas de enfrente. La noche disimula el centro comercial y si además llueve puedo imaginar todo pero con estas bombillas que quieren buscar semejanza con una estrella no puedo salir de mí. Cuando era pequeño hacía intentos para que en mi familia no hubiese el más mínimo desencanto y ofrecía una sonrisa feliz lo mismo que los demás lo mismo que en el recreo cuando robaba los bocadillos al gordo por navidad pero desde que nos mudamos hace dos años a esta casa los dulces de navidad se me atragantan con estas luces y la sinceridad me rebosa y se me ilumina en los ojos la mala leche y me acuerdo del gordo de mi clase. Sólo ayer noche mereció la pena la escucha de Bach. A pesar de la lluvia la vecina olvidó cerrar su ventana que está al lado de la mía y entre el sonido de la lluvia y los contrapuntos de Bach se me permitió disfrutar del sonido del goce más privado de mi vecina sin que ella diera su permiso. Con los gemidos de mi vecina desaparecieron las bombillas del centro comercial y pude imaginar la felicidad en un estado tan puro como el goce de dos cuerpos que en eterno roce en eterno contrapunto se olvidan de sonreír porque la felicidad es tanta que no hace falta aparentar nada. La felicidad es como un artificio general que debe cumplirse como por obligación en navidad. Pero cuando dos cuerpos follan es como una pequeña fiesta de navidad que entienden sólo entre ellos y esa complicidad hace que la felicidad se multiplique y los demás cuerpos se vuelvan idiotas por felices que parezcan rodeando al pavo. Yo estaba con mi vecina encerrado en los servicios del colegio cuando el gordo dejó un rastro de migas del pan cateto del pueblo de su madre. Desde donde la joven Olivia se quitó las bragas hasta donde el director firmaba los boletines con la evaluación la llegada de la navidad y la iluminación del parque migas coloreadas con grasas de morcilla y comentarios de todas las clases me daban las pistas suficientes para cortar de cuajo la enorme tripa del gordo que delató la facilidad con la que la joven Olivia ofrecía su cuerpo a todo el que se lo pedía. Al director no sorprendió la revelación del gordo puesto que fue el director quien desvirgó a la joven Olivia cuando todavía era menor de edad. Aquel año lo pasé en el correccional para menores. Fue horrible. El pasillo de la entrada de la casa del gordo era un río de sangre. En cuanto el director vino a pedirme explicaciones y yo me las inventé sobre la marcha fui a casa del gordo y le clavé un cuchillo. Me encerraron. La madre no podía creer lo que veían sus ojos aquella navidad. Mi madre tampoco. Por eso no soporto la navidad me trae nostalgias de cuando mi profesora particular de matemáticas. Fingía con mi madre que yo iba muy mal que no entendía que debería continuar con ella al menos todo el curso. Yo iba a casa de mi profesora particular de matemáticas sin imaginar aquellos pechos tan duros. Iba a recibir clases particulares de matemáticas de una esposa insatisfecha el marido de mi profesora siempre estaba de viaje. De tanto mirarnos y como el marido de mi profesora particular de matemáticas estaba siempre de viaje mi profesora particular de matemáticas y yo acabamos negociando nuestros cuerpos en aquellas tardes que en aquella casa en la cama de matrimonio que nunca se deshizo se deshacían nuestros cuerpos. A mi profesora particular de matemáticas le ponía que yo hubiera matado al gordo aún más cuando supo que fue por vengar la honorabilidad de la joven Olivia era su alumna preferida. Lo supe porque mi profesora particular de matemáticas que era la vecina del quinto y por añadidura vecina también de la joven Olivia llamó al borde de la desesperación a un programa de radio de madrugada para desahogarse que se había enamorado de un mucho más joven que ella alumno suyo pero que estaba casada y a la vez sentía una fuerte atracción por una mucho más joven que ella alumna suya llorando sin parar con el corazón encogido. Por aquella época me pusieron gafas. Hoy soy profesor de matemáticas en la universidad. Dejé de ir a casa de mi vecina del quinto y estudiando por mi cuenta llegué a catedrático. Todavía hoy mi mujer no se lo cree. Como se puede imaginar estoy casado con la joven Olivia. Pero no tenemos hijos y estamos muy solos. Ya al borde de la jubilación mato mis últimas navidades como antaño escuchando a Bach. Yo comencé a aficionarme a Bach sobretodo cuando comencé a aficionarme a las matemáticas. La joven Olivia me traía discos de Bach a mi casa todos los días del año y eran la excusa para follar todas las noches del año en la azotea con la joven Olivia. Los vecinos tendían los trapos en la azotea. En la noche era el único momento en el que sabíamos la joven Olivia y yo que no entraría nadie a tender nada. Pasábamos la joven Olivia y yo allí las noches todas del año tendidos como los trapos en los cordeles lo mismo que un par de calcetines sin preocuparnos del frío o las nubes que las más de la cuenta la lluvia o el vecino que escuchando contrapuntos de Bach deja pasar la navidad sobre un murmullo de lluvia fumando y adivina los gemidos de placer de una joven vecina que no conoce la vergüenza e imagina la felicidad que no se deja ver ni engañar en las fiestas que señala el calendario oficial del estado. El gordo lo sabía. Llevaba gafas desde mucho antes que yo pero no estudiaba nada. El gordo quemaba su juventud como monaguillo en la parroquia del pueblo todos nos reíamos mucho de él. De tan gordo que era la carne se le salía de la túnica hasta el ombliguillo lo mismo que el botón del puchero. Con esas gafas tan horribles que le compró la madre y el incienso rodeándole las burlas se hacían insostenibles tenía un aspecto bastante despreciable. La gorda fue a por él pero no pudo ser. El alcalde le puso el escudo de oro por haber dedicado un poema a la patrona el día de inauguración de las fiestas patronales al gordo. Demostrose que no cuando en el pajar el gordo no funcionó a la gorda en absoluto. Fue comentado por todo el pueblo porque cuando a la semana siguiente la gorda que también llevaba gafas como yo pero que al contrario que el gordo dedicaba sus horas de infortunio a la preparación académica para agarrar el puesto laboral publicó un artículo en la revista del pueblo. El gordo no podía creerlo. En mitad de una tristeza indescriptible que el gordo corrió al despacho del director a contarle la felicidad de la joven Olivia de lo fácil que era que incluso él. Necesitaba de hacer el cabrón. No soportó el doble enojo cuando cerrando la revista del pueblo escuchó gritar a la joven Olivia que en los servicios conmigo cuando hubo un apagón de luz. Los gritos en aquella oscuridad de la aquella joven Olivia dejaban volar la imaginación del gordo. Las bombillas de la estrella del centro comercial se apagaron también el pueblo quedó muy oscuro. Tan sólo los gritos de la joven Olivia cuando llorando la cogí fuertemente y le rompí el vestido a besos y me rompí las gafas del amor tan grande. La madre del gordo se asustó de tanta oscuridad en el cementerio que rezándole a su bola de grasa muerta y empezó a gritar. Recibió una llamada por el móvil el director del colegio que peinándose la lluvia deseó una feliz navidad a todo el alumnado y sacó el paraguas para tapar a su alumna preferida con la que se dirigía a la playa para tomar las doce uvas y brindar con champán francés mojados por el fuerte oleaje de la primera noche del año. La marea estaba alta. En general todos intentábamos que el desarrollo no nos arrugara demasiado procurábamos que las canas fueran las menos posibles sin que el pelo dejara de habitar en nuestras cabezas cada vez más. A pesar de nuestras vidas tan desgraciadas todos éramos más o menos malos intentábamos que el infortunio no nos desmejorara el aspecto brindando con champán francés la última noche del año. Sé que brindaron con champán francés porque mi madre que muy amiga del director del colegio de cuando chicos regalole al susodicho de la despensa la botella que llevaba liada en un papel rojo muy brillante bajo el brazo mientras se nos despedía al alumnado y un trueno resonaba. En el otro brazo y liada en un fular azul llevaba el director a su alumna preferida que como puede imaginarse la joven Olivia que después de tanto follar conmigo no tenía cuerpo como para repetir la navidad. La joven Olivia que tiene alergia a los gatos desde chica comenzó a enrojecer. El champán se le subió a la cabeza y no se distinguía si ruborizada por el enormísimo beso del director o por el enormísimo gato que paseaba por el salón. Ya era demasiado el rubor. El gato no dejaba de dar por culo. De una patada sale el gato despedido a la chimenea y muere carbonizado entre maullidos de la joven Olivia que entre los brazos del director que feliz lo mismo que un gato ruborizada de la heroica hazaña del director que de la heroica patada del beso heroico y el vino que mojaba la alfombrilla que de debajo de la mesilla el tierno beso del tierno juego del infierno prometía aprobados a la joven Olivia a troche y moche. La joven Olivia no prometía nada. De obviar las luces de la estrella de navidad del centro comercial se olvidó la joven Olivia y fue el motivo que nos arrastró al matrimonio. Por lo civil y sin fiesta por falta de ingresos nos casamos y no tuvimos hijos cuando me ofrecieron el puesto numerario en la universidad y me interesé por la carpintería. Modos de ahorrar y acumular dinero en el banco me hicieron aprender a trabajar la madera y tocar el piano en un hotel por las noches en el hotel donde todavía trabajo el único que hay. Mi concienzudo estudio me ofreció la posibilidad de tallar un cristo para la cofradía del pueblo y la amistad de los camareros del hotel. La joven Olivia no veía la ocasión de revivir los viejos tiempos en los servicios del colegio cuando quedó embarazada. El director del colegio malformó en el alma de la joven Olivia un feto que no vio la vida y no tenía explicación racional en aquellos días de tan aparente felicidad conyugal entre la joven Olivia y yo. Acariciaba a la joven Olivia la muerte mientras yo finalizaba el cristo para la cofradía del pueblo y recibía ánimos de los camareros del hotel y felicitaciones de navidad de los alumnos de la universidad. La joven Olivia todavía sigue regalándome discos de Bach. Aunque seguimos juntos siento la incomprensible necesidad de revivir la infancia en la azotea. A la joven Olivia no le importa. Nunca le importaron las lógicas racionales. La joven Olivia como se puede imaginar es mucho más joven que yo. Comprende todo al vuelo. No le importa en absoluto fumar y escuchar a Bach mirando por la ventana conmigo. No le importa obviar subir a la azotea. No le importa que yo recuerde los bigotes del director al gordo mi profesora particular de matemáticas el colegio entero o toda la calle alcazabilla. No le importa porque ella es feliz y no le importa nada tan sólo quizá la necesidad de tener algún crío. Pero el cuerpo de la joven Olivia está ya suficientemente usado y yo ya no estoy para subir más escaleras. A pesar de las luces del centro comercial pasar la navidad escuchando a Bach fumando y dibujando con el humo que se escapa por la ventana los bigotes del director del colegio el sujetador de mi profesora particular de matemáticas o las tripas sangrantes del gordo no está del todo mal. Tampoco este año vamos a brindar con champán francés. Tengo prohibido el alcohol por el médico desde hace tiempo. La joven Olivia por navidad se acuerda del champán francés malos recuerdos dice. Dice la joven Olivia que piensa que todo este triste recordar toda esta triste nostalgia estúpida es por culpa de las bombillas de la estrella de luz del centro comercial de las bombillas que se encienden y se apagan lo mismo que las gentes según la joven Olivia. De cuando en la playa el final del aquel año de cuando probaba y aprobaba sus nalgas mientras ahogaba el alma en el cuerpo de la joven Olivia un señor mayor que le hacía cosquillas en la entrepierna con el bigote mientras susurraba que no se preocupara por nada que él era el director se acuerda la joven Olivia y le entra un placer que no alcanza a comprender y corre a la nevera a por una tableta de chocolate y cambia el disco del tocadiscos. De cuando yo en el correccional escribía cartas a la joven Olivia que follaba a troche y moche todas las noches toda la calle alcazabilla me fueran a soltar antes de tiempo. Ni siquiera una estúpida felicitación de navidad mandó la joven Olivia al correccional. No tenía tiempo más que para follar la joven Olivia era insaciable por aquellos años. Por aquellos años en los que yo me aficioné a la joven Olivia lo mismo que el vecino a los sellos. Una colección de sellos preciosa la de mi vecino pero que sin duda. La joven Olivia es una colección de sellos también. Los paisajes en la joven Olivia son infinitos en el cuerpo de la joven Olivia todo es infinito y el vecino no lo sabe. Lo intuye pero no lo sabe. La joven Olivia es mi tercer brazo mi segundo corazón. Llora la joven Olivia. Malos recuerdos dice y se va a la cocina. Olivia. Se va a la cocina la joven Olivia. A terminar el llanto dice. La estrella de bombillas de navidad del centro comercial pone triste a todo el que mira detenidamente las bombillas de navidad que forman la estrella de bombillas de luz de navidad del centro comercial y se le para la música y se le crece el llanto. A todo el que la mira. Sólo el gemir de una vecina en celo hace posible el milagro de la música. Nuevamente en las almas los contrapuntos de Bach. Supongo se acuerda la joven Olivia de la joven Olivia que la joven Olivia no lo soporta en absoluto. La joven Olivia no soporta la soledad quisiera la joven Olivia ser lagartija. Dividirse en dos lo mismo que una lagartija y hacerse compañía a sí misma la joven Olivia tanta melancolía que yo ya no le sirvo no me soporta. Quizá soy yo la soledad de la joven Olivia. Quizá sus bragas. Sus ojos. Los ojos de la joven Olivia se han resecado. De tanto frío de tantas lágrimas ya no lloran. Los ojos de la joven Olivia me miran. Me miran. La miro. Nos miramos. Nos damos un enormísimo beso muy profundo. El tiempo nos hace malos me susurra la joven Olivia. Tenía yo un viejo piano eléctrico que sonaba pasándole un bolígrafo por las teclas regalo de mi tío Pepe que en paz descanse que me acercó la joven Olivia. Practicaba yo en mis ratos libres y componía canciones de amor a la joven Olivia para que se acurrucara dentro de mí. Para acurrucarme dentro de ella pasar el bolígrafo por determinadas teclas del viejo piano eléctrico del tío Pepe que en paz descanse significaba el requerimiento de su presencia. De la joven Olivia la presencia que oía la sonata atenta y me socorría sin rechistar dejando lo que estuviera haciendo fuera lo que fuera y me ponía nervioso. Prestaba atención a la larga serenata de tonadas baratas que se nutría mi repertorio el que ofrecía yo a la noche después de mezclar a mi vecina con Bach en el hotel mientras ella se divertía con el vecino abrazada a mí las facciones de mi vecino. Fueron sin darme cuenta las mismas facciones que las del cristo que me creció en el mueble bar para la cofradía del pueblo se parecía mucho las facciones de mi vecino. Sin darme cuenta inmortalicé al coleccionista de sellos que se acostaba con mi mujer y fumaba por aburrimiento. Buscaba juventud en la dulce silueta de la cada vez más delgada y joven Olivia. No tuve ningún modelo más idiota. Las tallas que continuaron fueron detalles del cuerpo infinito de la joven Olivia. Se arrastraba por el suelo quería ser lagartija. Guarda también en la cartera la joven Olivia una foto de nuestra profesora particular de matemáticas y dos del gordo ya sé que no debí registrar. Lo que más me descolocó fue el proyector de diapositivas. Entre las esculturas de Miguel Ángel aparecía el director del hotel donde todavía trabajo. Siempre fuimos una pareja difícil la joven Olivia y yo. Anuló las dioptrías con una doble operación el director del hotel donde todavía trabajo. Operó al director del hotel donde todavía trabajo mi tío Pepe que en paz descanse. Fueron compañeros en la cristalería del padre de mi tío Pepe que en paz descanse la cristalería Pepe. Allí dibujaba mi tío su vocación su pasión por las miradas. El director del hotel robaba las puertas del hotel que dirige las que dan a la piscina. La piscina del hotel donde todavía trabajo es muy muy grande. A la joven Olivia le encanta nadar mientras yo colecciono sonatas para el público del bar que de al lado de la piscina se embelesa con las florituras pianísticas que yo les dedico al público del bar en cualquier idioma. El director del hotel donde todavía trabajo se embelesa con las florituras que la joven Olivia dedica al director del hotel donde todavía trabajo en cualquier idioma en la piscina. Un día envolvió en una toalla azul a la joven Olivia que saliendo mojadísima de la piscina el director del hotel donde todavía trabajo. Desde el piano veía yo cómo reían y jugaban a la infidelidad cómo los finos y arrugados dedos de la joven Olivia acariciaban la gorda deforme y pinchante papada del director del hotel donde todavía trabajo su mujer es un encanto decía. Es deliciosa le susurraba al camarerillo de turno. Con la cara ahogada en espinillas reía el joven fregando largos vasos. A lo lejos reían dos camarerillos más mientras servían líquidos de colores en los largos vasos que el joven de la cara ahogada en espinillas que habla por el móvil con su joven esposa. Con la cara ahogada en espinillas reía la joven fregando largos vasos cuando al joven de la cara ahogada en espinillas se le acaba el saldo y no consigue decirle a su amada lo mucho que la echa de menos. La joven esposa del camarerillo de turno trabaja en un restaurante italiano en Londres. Friega largos vasos como él y ríe cuanto haya que reírle al jefe la joven de la cara ahogada en espinillas lo mismo que el camarerillo de turno. En la cristalería Pepe sonaba siempre la música de Bach el padre de mi tío Pepe que en paz descanse adoraba la música de Bach. Utilizaba unas gafas horribles de culo de vaso que ridiculizaban sus hermosos ojos los ojos del padre de mi tío Pepe que en paz descanse. Los que no pudo nunca operar su hijo los adelantos vinieron después eran unos ojos color de miel que aislados de visión alguna causaban gran impresión los que dejaron sin respiración a la madre de mi tío Pepe que en paz descanse el que me regaló un viejo piano eléctrico que pasando un bolígrafo por las teclas sonaba de maravilla y me hacía muy feliz. La joven Olivia era muy feliz con las canciones que yo rescataba del viejo piano eléctrico que me regaló mi tío Pepe que en paz descanse y yo era muy feliz de verla. Mis estudios de música daban envidia al gordo de la tripa sangrante. Intentó el gordo tocar la guitarra con un grupo musical en la parroquia que no consiguió más que las risas del público femenino que en mitad de las misas rompían el más o menos rigor eclesiástico el más o menos silencio reían hasta el infinito y criaban bichos muy extraños en la comisura de los labios. Adoraba la música de Bach el padre de mi tío Pepe que en paz descanse. La joven Olivia regalaba discos de Bach a mi tío Pepe pero mi tío Pepe que tenía recortes de periódico por sangre no hacía caso. Jugaba la joven Olivia con el padre de mi tío Pepe que en paz descanse a ser mayor dedicando en su piano electrónico grandes tonadas bachianas al padre de mi tío Pepe descansen ambos en paz la joven Olivia hacía feliz al susodicho padre de mi susodicho tío y yo me ponía muy feliz de verla. El gordo no soportaba la música de Bach adoraba la morcilla y no tenía tiempo para ninguna clase de música. La joven Olivia se entretenía con el director del hotel mientras yo entretenía con las florituras del piano que ya empezaba a desafinar. El vecino se entretenía fotografiando la escena y dentando más tarde las fotografías. Ponía el precio y mataba lo mismo que cuando la esclavitud las fotografías de la joven Olivia el vecino que enlazada en el cuerpo del director del hotel que aficionado a la cristalería con vocación hotelera dibujaba estrellas invisibles en el dulce cuerpo de la joven Olivia lo mismo que un fular y yo tocaba el piano y me ponía triste y bebía que los camarerillos de turno me llamaban la atención comenzaron a llamarme la atención del tanto beber y el tanto desquiciar a las gentes del hotel con el tanto desquiciar la música de los boleros de la tradicional postal del pianista en el hotel que tocando villancicos de navidad. Todo era un desastre a mi alrededor y en mitad de mi infortunio me entregué al alcohol. La joven Olivia comenzó a preocuparse cuando comencé a abandonar mis costumbres de siempre. Dejé de mirar por la ventana por ejemplo. Dejé también mi afición por Bach. Ya ni aparecía por casa hablábamos sólo por teléfono la joven Olivia y yo. Todo volvió a la normalidad me tranquilicé cuando la cofradía del pueblo organizó un homenaje al tallista del trono y mi vecino se vio reflejado en la madera del mueble bar entendiendo todo como un matasellos. Dejé la huella de mi vecino en el trono que pasearía la aquella cofradía por todo el pueblo por todos los muchos años las vergüenzas de mi vecino lo mismo que un matasellos que de en un sello que de cuando mi vecino y la joven Olivia y el director del hotel aprendiz de cristalero dibujante de poca monta trombonista mediocre pasean los círculos de tinta desgastada de una oficina de correos cualquiera con una fecha borrosa. El fondo de cualquier vaso de cualquier tamaño el final era mi refugio en los aquellos días que no quiero recordar ahora en absoluto. La joven Olivia lloró mucho por la radio. Se refugiaba la joven Olivia en los recuerdos con el monaguillo gordo de las gafas de culo de vaso que le metía mano en semana santa mirando las dos fotos que le quedaban del gordo ahumado en la inmensísima tripa blanca que era la su religión la religión de la morcilla y los pájaros fritos. En los recuerdos con directores de colegios y salas de fiestas varias en definitiva la infinita colección de orgías a las que había sobrevivido el cuerpo de la joven Olivia se colaban mis pasiones con la joven Olivia en los servicios. De la belleza de la joven Olivia de la facilidad de su cuerpo se había cegado todo el colegio todo el pueblo entero hombres y mujeres de todas las clases edades y condición social que hicieron todo locuras de todo tipo por conseguir si no el amor al menos un trocito de la joven Olivia un día dos que todavía menor de edad cuando casadas y solteras se suicidaban por la entrepierna de la joven Olivia por el tanto deseo de probar el infierno. Vendía tabacos la joven Olivia cuando todo el pueblo se echó a fumar. Teníamos mucho dinero pero la joven Olivia sentía la insólita necesidad de vender tabacos en una de las esquinas del centro del centro del pueblo. Sentía la necesidad la joven Olivia de sentirse útil de quizá ser como un más o menos objeto decorativo para los turistas que venían a las fiestas patronales del pueblo que eran muy famosas en todo el mundo. Desde los balcones que las gentes lanzaban rosquillas de pan al trono que pasaba y los turistas grababan vídeos del asunto. Las gentes recogían después del suelo las rosquillas y las canjeaban en el ayuntamiento por vales para beber cerveza mientras se lanzaban los cohetes en honor al patrón y el gordo recitaba poemas. Sonaban los pasodobles de la banda municipal. Los turistas eran muy torpes. Después del tabaco se dedicó la joven Olivia a las quinielas y ahora pinta gatos la joven Olivia. El pueblo se ha vuelto muy sensible por las tan inútiles pinturas de la joven Olivia por los tan inútiles gatos de colores del alma de la joven Olivia la joven Olivia pinta gatos ahora. Gatos de todas las clases en todos los colores pinta la joven Olivia que alérgica a los gatos de nacimiento. Tiene toda la habitación donde escuchó a Bach pintada de gatos la joven Olivia que quizá fobias creativas o alergias compulsivas por aburrimiento excesivo que expone por todo el mundo sus famosos gatos sus ecuaciones pictóricas. La joven Olivia vive ahora en el hotel donde todavía trabajo. De vacaciones por navidad la joven Olivia se registra en los registros del hotel donde todavía trabajo el único que hay. Allí pasa las noches ahogada en burbujas de agua caliente ahogada en las carnes del nuevo director bebiendo champán francés. A pesar de los malos recuerdos con una minifalda blanca que sube y baja según la postura adoptada por la joven Olivia para fumar si echar quizá el humo a la cara del nuevo director para volverlo loco y metérselo en el bolsillo y conseguir quizá cambiar la decoración del hotel donde todavía trabajo o reír si por hacerse la simpática son aptitudes que la joven Olivia sabe ordenar correctamente para terminar en la suite de lujo con el joven y gordo director que ahogado en espinillas no se da cuenta todavía de su nuevo cargo de las quizá ventajas de ser director de algo. Sea lo que sea el joven nuevo director del hotel donde todavía trabajo fue director de orquesta en Alemania el único que había. Cansado de rapsodias y adagios de Albinoni sintió un profundísimo deseo por dirigir el alma de un puñado de camareros músicos y enanos de circo y fue el profundísimo deseo que le trajo hasta aquí. Profundísimo estudioso y profundísimo conocedor de Bach y sus profundísimos pormenores el nuevo gordo que dirige el hotel donde todavía trabajo hoy intenta resistirse ante los encantos de la joven Olivia ante tanto cliente. Entre firma y firma folla a la joven Olivia el nuevo director que en el despacho muere de gusto sin que nadie lo vea para que así nadie se dé cuenta nadie perciba de las debilidades del nuevo director de las que ahoga en carnes a la joven Olivia siempre que puede siempre que nadie lo ve. La joven Olivia suele pedirle de follar en los servicios al gordo. Pero el morbo es algo que un director de orquesta debe controlar ante tanta alma de músico y le hostia la cara a la joven Olivia pero hasta enrojecerla de sangre la cara de la joven Olivia de hasta enrojecerla de sangre de por su inmensa barriga bastísima alfombra de grasienta carne que por el suelo del despacho del gordo nuevo que dirige este nuevo hotel de mala muerte que de mala manera que a pesar de todo que la joven Olivia sigue pasando sus vacaciones de navidad en el hotel donde todavía trabajo hasta final de año con el nuevo director a ver si los gatos a ver si lamiéndole el sudor. Yo aquí. En esta lluvia que mirando por la ventana escuchando a Bach con mi nueva vecina termino el año como lo empiezo como siempre esperando la jubilación sin la joven Olivia que manchada de sangre en la cara como la mayor parte de su vida su cuerpo o como la quizá mayor parte de la su alma que sin la joven Olivia. Aquí rodeado de gatos de todos los tamaños de todos los colores y botellas de un conocido vino portugués que me regalan los alumnos siempre que por navidad saben que me encanta el oporto que a pesar de las prohibiciones del médico del beber por navidad me lo bebo. De olvidarme de todo o intentar que los gatos de la joven Olivia no me coman por dentro como quizá a ella el nuevo director del hotel donde todavía trabajo son algunos de mis divertimentos por estas fechas aparte de Bach mi nueva vecina o el cielo cuando rompe a llover. Lo mismo que cuando compraba el padre de la joven Olivia las hamburguesas a su hija cuando la adolescencia en la joven Olivia la rompía en mil pedazos mil contradicciones que recorrían su cuerpo cuando de antes de casarnos que hacíamos desvariar a polvos al gordo en los servicios del colegio que matado a pajas mataba los sus más bajos instintos religiosos. Todas las mujeres de la casa llamaban papi al enfermo padre de la joven Olivia. Comenzó a prostituirse la mujer del padre de la joven Olivia desde muy joven la misma que luego hiciera el papel de madre de la joven Olivia para evitar desconciertos y tensiones familiares. La para la joven Olivia hermana mayor de la joven Olivia que se había entregado al alcohol desde siempre era también bastante hermosa muy parecida la belleza de la hermana mayor de la joven Olivia a la de la joven Olivia. Murió ahorcada la hermana mayor de la joven Olivia. La mató el gasolinero del pueblo que en mitad de un ataque de celos colgó a la hermana mayor de la joven Olivia en el centro del centro del pueblo. La hermana mayor de la joven Olivia mantenía un romance en secreto con la hermana del gasolinero del pueblo. Se entiende que el gasolinero del pueblo tenía una relación formal y seria con la hermana mayor de la joven Olivia que a pesar de que ni formal ni seria en absoluto que no estaba dispuesto en absoluto el gasolinero del pueblo de dejar a su hermana mucho menos con su hermana pequeña de echar por tierra sus planes de boda de sus hijos de la su jubilación y pensiones correspondientes. La menor de las tres hermanas que padecía esquizofrenia obsesiva pasaba los días viendo anuncios en el televisor sólo anuncios. Así envejecía la joven Olivia que con tal panorama pasó la infancia lamiendo de mi entrepierna en los servicios del colegio en la azotea de mi casa olvidando todo hasta que se hizo mayor y nos casamos. Nos dimos cuenta de que entre nosotros no habían hijos cuando ya era demasiado tarde yo ya perdí todo lo que a la joven Olivia aún le hacía falta. Nunca me operé la vista. Nunca me dejé un bigote como Abdón. Se llamaba Abdón el gasolinero de mi pueblo. Tenía partido el turno y los sábados por la noche pinchaba discos en la discoteca de mi pueblo Abdón el mismo de la gasolinera que salía con la hermana mayor de la joven Olivia. Allí se fijó como de tantos otros la joven Olivia del entonces también joven Abdón pero ese es otro asunto. El entonces también joven Abdón lucía hermosa gomina y bailaba al son de la música al son de las luces y la oscuridad de la discoteca que entre las faldas brillantes de las niñas del pueblo y el humo. La falda de la hermana mayor de la joven Olivia era aquella noche más corta que nunca tan corta que aquella noche Abdón dejó de ser gasolinero para siempre para ser novio para siempre de la entonces también joven hermana mayor de la joven Olivia. Pero nunca fue así que seguía Abdón echando gasolinas en la gasolinera de mi pueblo porque tenía que terminar el contrato laboral con la empresa laboral para comprar piso y coche engordar mujer y criar repollos cuando la hermana mayor de la joven Olivia comienza a verse con la hermana pequeña de Abdón frustrado gasolinero joven engominado pinchadiscos de discoteca de mala muerte de pueblo a escondidas. La madre del gordo que era del pueblo de al lado de donde traía las morcillas que adornaban de grasa la casa donde un día su bola de sebo murió a cuchillazos por un amigo del colegio solía echar gasolinas en la gasolinera donde Abdón la madre del gordo y fue allí donde Abdón aceptó hacer de gigoló para la puta madre del gordo que fue cuando la hermana mayor de la joven Olivia empezó a tomarse aún más en serio si cabe su romance con la hermana pequeña de Abdón para hacer más daño si cabe en el alma de un Abdón que cada día más tonto cuando el romance se extendió por el pueblo lo mismo que el aceite de los churros en el cartucho de papel que los envuelve cuando ni corto ni perezoso y en mitad de una noche en mitad de un ataque de celos colgó el joven Abdón a la hermana mayor de la joven Olivia. Tampoco la hermana mayor de la joven Olivia fue nunca la hermana mayor de la joven Olivia sino su madre y viceversa pero ese es otro cantar distinto. Siguió Abdón gasolinero follando a la gorda madre del gordo hasta que lo encerraron que nunca más salió de entre los barrotes de hierro de la prisión local. La joven Olivia también comió muchas hamburguesas con Abdón de casados incluso que Abdón ha venido muchas veces a casa con sus problemas y una bolsa llena de hamburguesas con ketchup y lágrimas que yo lo ponía a hacer ecuaciones para que se olvidara del tanto pensar el joven Abdón era muy sensible con todo. Le dolía mucho el hambre en el mundo al joven Abdón comiendo la hamburguesa empapándola a lágrimas. Gustaba mucho a la joven Olivia que al joven Abdón le doliera tanto el hambre en el mundo. Había demasiado polvo en la casa tocaba la hora de la limpieza. Ratas de todas clases salían de entre los sofás de por entre los libros las ollas y el colchón de matrimonio. No gustábamos de grandes lujos la joven Olivia y yo lo justo un ordenador y una manta para Abdón depresivo nos reconfortaba y hacía felices. Podíamos quizá vivir en un castillo alquilar una docena de putas por noche o alimentar de por vida a una colección de caballos pero la joven Olivia prefirió se decantó por criar un pingüino. El pingüino era excesivamente gordo tan gordo como el monaguillo del pueblo que metía mano a la joven Olivia en semana santa. Decía la joven Olivia que le recordaban los conciertos de piano del gordo en el colegio los conciertos del gordo que más que conciertos eran pequeños espectáculos de humor gordo que el director programaba trimestralmente para cubrir un poco el ocio gordo del alumnado que reía sin compasión ante la masa gorda aquella de carne que escupía chopenes por los dedos lo mismo que un tartamudo. Apagó la fiesta del gordo Abdón cuando le descubrió al gordo que cada noche se comía un trocito de su madre a escondidas suyas. El director que por aquel entonces no menos gordo que el gordo de tan poco jugar que empezó a gritar y a enrojecer tanto que la gente no paraba de aplaudir cuando le reventó la cabeza lo llevaron al clínico y lo cambiaron por otro director porque ya no valía porque ya lo único que servía de su existencia era un tierno funeral el tierno funeral familiar de los chistes gordos de los muchos pocos y el muchísimo beso negro del negrísimo fular del negrísimo negro que follara el culo del director en otro lugar en otro de sus desconocidos escarceos pasionales los escarceos negros del director del director y su negrísimo negro embutidos en la patera del amor y del dar por el culo hasta la eternidad. El pingüino nadaba en una de las ollas hasta que el calor lo mató que servimos la sopa. El frío era excesivo por aquella época me acuerdo. Trabajaba la joven Olivia por aquellos años en un almacén de pescado que servía como tapadera a cinco albañiles amigos que adictos al mus que en una nube de humo de cinco puros habanos tras una mampara que sólo dejaba intuir cinco gordas sombras que se reunían cada tarde en el piso de arriba a jugar grandes sumas de dinero donde trabajaba la joven Olivia cortando salmón a troche y moche todas las noches. Sobre números y su posible no existencia o la quizá pura especulación creativa del autor siempre que me dejaban recordaba a la vecina del quinto tomando café con alguna alumna. Desde siempre en todos los problemas que planteo al alumnado el número cinco adquiere protagonismo una quizá especie de semblanza a la quizá entrepierna de una profesora de matemáticas a la quizá entrepierna de una quizá esposa insatisfecha a la que yo le completaba el cuerpo de cuando se me salía mi adolescencia derretida. Mi nueva vecina también vive en el quinto. Pero ni es profesora de matemáticas ni hermosa mi nueva vecina. Mi nueva vecina es gorda y calva. Mi nueva vecina colecciona enfermedades de todo tipo. Es ninfómana la última vez desesperada se lo hizo con una batidora. O al menos eso daban a entender los ruidos extraños los aquellos gritos mitad garganta mitad electricidad que escapaban por su ventana y se colaban en la mía en mitad de Bach. Era el cumpleaños de la joven Olivia me acuerdo. Se cortó el pelo guardó su petaca de vodka y bajó a la calle a ver qué. Bailaba desquiciada la madre del gordo en la discoteca cuando la joven Olivia entraba en juego flanqueada por dos jóvenes artistas conceptuales. A la joven Olivia le encantaba escuchar las terribles ideas de estos dos jóvenes muchachos acerca de los gatos de sus posibilidades creativas pero debía regresar a casa. Tenía que madrugar para pelar salmones hasta el amanecer. Los dos jóvenes acompañaron hasta la cama a la joven Olivia que por aquella época terminaba sus estudios de ingeniería industrial y dormía en un hostal de mala muerte donde servían macarrones y natillas para almorzar y macarrones y natillas para cenar los siete días de la semana. La joven Olivia comenzaba a venir a mi nueva casa a traer discos de Bach follar tomar café y perder el tiempo fumando abrazada a mí. No se me despegaba la joven Olivia más bella que nunca si cabe la apreciación de la belleza de la joven Olivia de la su envidiabilísima mirada la serena mirada tan dulce de los azules ojos que como sardinas me miraban fijamente hasta las lágrimas. La gente crecía como champiñones a nuestro alrededor. Intentaría la joven Olivia celebrar su cumpleaños un diecisiete de febrero nació la joven Olivia un dieciséis de febrero. Asomaban los envidiabilísimos ojos que como sardinas de la joven Olivia de los curiosos ojos que todavía hoy siguen curioseando en la realidad que los rodea. La madre real de la joven Olivia murió en el parto dificilísimo por lo que la mujer real de su padre hizo de madre real de la joven Olivia. Parir tanta belleza de una sola vez no tuvo que ser tarea fácil. La joven Olivia supo desde bien joven los poderes que Dios le había otorgado pero los exámenes de febrero y los compromisos varios le impidieron de intentar celebrarlo antes. De quizá iba a intentar la joven Olivia de celebrar su cumpleaños. Si acaso invitar a gentes por medio de otras bocas o no caer en la tan irremediable bajeza de contar con quien no se debía contar desde un primer momento que eran los que eran fueron los motivos varios los compromisos de índole variadísima los por los que la joven Olivia se alisó el pelo y salió tan rubia a la calle que los jóvenes artistas del pueblo quedaron cegados de tanto amarillo sin saber muy bien del todo por qué de tanto que quedaron ciegos y sordos los artistas todos del pueblo que se miraban y discutían de la belleza de la joven Olivia al beber de su vodka de la su petaca sin ofrecerle a nadie de la su posible capacidad de despertar deseos de todas clases deseos de incontenibles significados que traían loca a la población en general sólo por un beso de la joven Olivia. El olor tan fortísimo de las paredes hacían desmayar a la joven Olivia constantemente tanto que tuvo que dejar la su vocación del pelar salmón hasta la eternidad de y recordar que lo suyo lo era de la pintura surrealista de la quizá más fácil de las pinturas de para una mente de tan tan complicada complejidad de tan como la mente de la joven Olivia. Lydia fue su más íntima amiga en aquellos años que fuera de la calle alcazabilla la joven Olivia se sentía extraña. Echaba de menos las torpezas de los turistas de los extranjeros con los paraguas abiertos para que las rosquillas de pan cayeran las más posibles para una mayor fiesta por la noche para un mayor goce una mayor cantidad de alcohol que desde el ayuntamiento el alcalde hacía sonar la banda municipal que por las calles y el sindicato que diseñaba nuevas normas para que el trabajo existiera lo menos posible si acaso acercarse al banco a cobrar me hicieron pensar nuevamente en la cofradía del pueblo y volver a reproducir a mi vecino desde otra perspectiva desde una quizá perspectiva distinta a la de cuando mi vecino con la mi joven Olivia la joven Olivia y los poemas del gordo. Lydia vivía en Marbella pero asistía a clases de contrapunto en el conservatorio. Lydia era profesora en la escuela municipal de música y danza de Marbella profesora de danza. Licenciada en criminología divorciada y con un Adolfito de tres años madrugaba Lydia para no asistir como oyente a las clases en el conservatorio y perder el tiempo en el bar de la universidad con la joven Olivia. De lo maravilloso que era ser madre hablaba Lydia a la joven Olivia que con la mirada empañada agachaba la cabeza y sorbía café lentamente para disimular y comentaba lo caliente que estaba para desviar el tema cuando se levantó a pedir un vaso para enfriar el café y descubrió en la barra trabajando a la madre del gordo. Abdón me abandonó lloraba la muy puta cayéndole las lágrimas por las verrugas de la cara de la madre del gordo que en las mañanas servía desayunos en la cafetería de la universidad y por las tardes hacía de vidente en un programa de variedades en la cadena local que si no no le llegaba para el bingo de por la noche. Lydia aburrida arrancó el coche en dirección al conservatorio. Si aceleraba en demasía llegaría a sus clases de contrapunto. El profesor de contrapunto de Lydia era ciego. Para corregir los ejercicios ponía los ojos blancos el profesor de contrapunto de Lydia cuando aporrean la puerta con desenfreno y en ritmos excesivamente sincopados. Al abrir la joven Olivia desesperada que a la madre del gordo le había dado un infarto. El sexo solucionó el desasosiego entre ambas jóvenes pero lo de la madre del gordo ya no tenía solución y se nos fue. De pena murió la puta madre del gordo lo mismo que su hijo. Porque aunque se piense lo contrario yo maté al gordo de la tantísima pena que me daba verlo con las gafas el incienso y el ombligo empalmado en primavera que le tuve que clavar el cuchillo a ver si soltando sangre podía achicar su alma tan excesivamente grasienta la tan excesiva alma del gordo que analizando los tan bellísimos contrapuntos de Bach. Analizando los tan bellísimos contrapuntos de Bach llegaron las dos hembras a las conclusiones analíticas que sirvieron como temario en el conservatorio como medio o intento de llegar a una riqueza expresiva tan pura que de nada le sirvió a nadie. Repetía una y otra vez la joven Olivia que la música es una técnica muy personal que uno debe adquirir una manera lo mismo que de vivir que si se forzaba demasiado el asunto no conseguiríamos más que mierdas bien engarzadas. Finalizaba su pequeño discurso con un sorbo de vodka la joven Olivia. A Lydia le encantaban los comentarios juveniles de la joven Olivia. Se la comía a besos cuando expresaba así su profundísima tristeza ante una humanidad tan tonta y pretenciosa. Así se congregaron todos los camareros del bar de la universidad y los dueños del bingo en silencio en la puerta de entrada del bar. La gente lloraba y pedía clemencia por el alma de la gorda. La juventud aplaudía y comía sardinas en la playa mientras un helicóptero se paseaba por el cielo y lanzaba pelotas hinchables de colores. Viva la gorda escrito en grandes letras en las pelotas tan simpáticas y en tan distintos tonos las que caían sobre los castillos inevitables de arena que los niños de cinco años acababan de terminar era el pequeño guiño de amor del alcalde de la ciudad a la gordísima madre gorda del gordo gordo que improvisó empapado en lágrimas inevitables. El alcalde no soportó el dolor inevitable y a los pocos días el periódico del pueblo anunciaba la inevitable muerte de un gasolinero que inevitablemente quemado en los servicios de la prisión local que aún no se sabe a manos de quién si quizá un suicidio de amor si quizá un suicidio o acaso si quizá un suicidio. Mientras estaba la su amadísima terminando unas aceitunas en la esquina menos visible del restaurante cuando el jefe la sorprende robando macarrones. Resonaban las campanadas del Big Ben. La camarerilla de turno comienza a chupar húmedamente las puntiagudas orejas del jefe sin explicación racional alguna quizá un rápido pero profundo y gratuito placer para el jefe que quizá feliz lo mismo que un niño de cinco años construyendo castillos en la playa mientras la lengua de su amadísima recorre respirando un vaho húmedo y calidísimo que cae lentamente en el cuello del jefe sin compasión que comienza a respirar con dificultad del tanto placer. Sucedía en los servicios del restaurante esta especie de violación laboral tan poco lógica cuando en el teléfono móvil de la desdichada criatura que con un delantal blanco que deja intuir cómo crecen sus pechos a medida que avanza la escena poco a poco resuena por encima de la música del griterío del local en cuestión. Necesitaba sentía tanta necesidad de escuchar a su esposo aunque sólo en forma de alaridos electrónicos de teléfono móvil de oferta tres por uno que el volumen al máximo cuando acaricia la humedísima lengua del director con una sonrisa dibujada en la mirada mientras se seca cariñosa y corre desesperada a cogerle el teléfono a su amado que estaba en la cocina. No esperaba verlo allí entre mortadelas y pasta italiana que lo abraza en mitad de un nudo de lágrimas de alegría y comienza a introducírselo entre aromas de macarrones y humos canelones. Todos los cocineros eran gordos. Corrían de un lado a otro de la cocina montón de gordos abigotados sin dar crédito de lo que veían. Comienza una inentendible orgía en la cocina del restaurante entre cocineros gordos y la amadísima hermosa emigrante del canijo que ahogado en espinillas llora desconsolado. A su amadísima se la están cargando quince gordos. A su amadísima se le ha gastado la batería y no sabe lo que pasa. Quizá a su amadísima la están violando quince masas de carne que hablan en inglés y ríen aromas de cerveza en la mirada cada vez más ausente de la cada vez más incomprensible amadísima criatura del jefe que al borde del infarto en los servicios no sabe que la clientela gorda se le está largando sin pagar sin tomar la última copa la copa gratis de despedida. El canijo llora delirando cuando coge la seis treinta y cinco del jefe y se vuela los sesos. La gente del hotel no para de aplaudir. Yo continúo. Su amadísima es ahora la encargada en una conocida casa de putas de Londres. No sospecha que su esposo se está pudriendo bajo tierra. El orgullo los puso a prueba y ahora cada cosa está en su sitio. Tampoco se conoce todavía el autor de la quema de Abdón. Fui yo. El alcalde conoce mi profunda pasión por acumular dinero en el banco mis pocos escrúpulos y me tiene bien asegurado en su empresa. Algo así pasó con el gordo. Fue un encargo realmente. Por eso la navidad se me hace tan larga desde aquello yo quería mucho al gordo. La navidad se me hace demasiado larga sin la joven Olivia. El oporto se está acabando sin la joven Olivia las luces de la estrella de navidad del centro comercial siguen parpadeando. Sin la joven Olivia ahora un apagón sería delicioso. Como cuando con la joven Olivia que Bach se escondería con las bombillas de la estrella de navidad y quedarían los gritos desnudos de mi nueva vecina en mitad de la lluvia que cae intensísima. Los gatos de la joven Olivia morirían ahogados. Yo dejaría que se ahogaran. Ya no tengo quien me acerque el piano electrónico de mi tío Pepe que en paz descanse pero no importa. Tampoco tengo quien me escuche tocar sólo el cariño de mis alumnos en forma de botellas de oporto la felicitación de navidad de la cofradía del pueblo y la visita inesperada de algún camarero del hotel que pille las vacaciones por navidad. El canijo solía visitarme por navidad con Abdón. La joven Olivia también solía visitarme por estas fechas. Espero que vuelva algún día la joven Olivia se fue muy enfadada. Aunque sólo le despierte curiosidad mi situación penosa que aunque venga abrazada a Lydia fardando del hijo que comparten en el que sabe perfectamente que nada tiene que ver qué me gustaría volver a verla a la joven Olivia con sus gafitas intelectuales. Quizá dentro de cuatro meses tenga noticias de la joven Olivia. El dos de mayo es mi cumpleaños y a la joven Olivia nunca se le olvidan las fechas importantes. Aunque los fusilamientos del dos de mayo ya no significan nada para la joven Olivia. Ni el cumpleaños de papi. Ahora prefiere ahogarse en piscinas redondas y beber champán francés en interminables copas de cristal interminable. A la joven Olivia se le pasó el tiempo de brindar con oporto en vasos de plástico de quizá interrumpir risas interminables por beber vodka de la su petaca en mi boca. La joven Olivia quiere ahora tener bien construida su vida para poder destrozarla a sus anchas. Últimamente no entiendo los comportamientos de la joven Olivia. Lydia nunca podrá ofrecerle lo que ella me arrebataba en los servicios sin permiso bien lo sabe. Quizá haga viajes inesperados o de ir a por leche a la calle alcazabilla pero cualquier intento será fallido para la joven Olivia. A la joven Olivia ahora lo que le gusta lo que le encanta son los baños de leche mientras pierde la cuenta de las copas de champán francés de las que se toma con Lydia en la piscina de leche. Ahora hace un programa matinal de cotilleos y por la tarde folla y bebe leche con Bach de fondo en la piscina de con Lydia la joven Olivia. Por supuesto ni que decir tiene que el hijo de Lydia no sabe nada de esto. Adolfo es ahora el director del conservatorio y no tiene tiempo trabaja siete horas al día. Adolfo quedó ciego en un accidente laboral no calculó bien y rodando por las escaleras del conservatorio se clavó la doble lengüeta del fagot. Por eso que Adolfo ahora casi nunca está en casa que desconoce el lado lésbico de su madre sólo le funciona un ojo y a duras penas. Sólo el agua alborotada podría dar fe pistas a lo sumo de lo juguetona que es la su madre la madre digo de Adolfo que retozando en la piscina de leche en el silencio del cuerpo de la joven Olivia se olvida de todo de hasta de su hijo mientras su cuerpo gime en silencio sin echar cuentas de que el ciego pasea por los jardines intentando inspirarse una sonata. Parece que es requisito imprescindible quedar ciego no ver absolutamente nada dejar hacer suene lo que suene. Yo también quedé ciego. Hace mucho demasiado tiempo que no veo a la joven Olivia me pusieron gafas cuando tenía seis años. Hubo un tiempo en el que me hice imprescindible en la vida de la joven Olivia pero ahora parece que el amor que se nos derramó en los servicios del colegio ha caído en el olvido. La culpa de todo la tuvo un certamen de belleza el certamen de belleza que en la semana blanca se organiza todos los años en el pueblo. Coronan a la hembra que antes acepte follar al alcalde sin decírselo a nadie delante de las cámaras del pueblo. La joven Olivia claro ganó el certamen rauda y veloz. Con los pechos bien evolucionados y después de varias cervezas españolas y un agua tónica de nombre extranjero que se echó rauda y veloz la primera sin compasión ninguna hacia sus compañeras encima de la entrepierna del alcalde que la joven Olivia que se llevó el primer premio incluso en un concurso de bel canto del pueblo de al lado. Por eso que ya no soy imprescindible en la joven vida de la joven Olivia. Mis detalles ya no son imprescindibles. La joven Olivia ya no se alisa el pelo para mí. Tampoco celebra su cumpleaños. Lydia es ahora su imprescindible en la su vida la quizá vida de la joven Olivia que sin Bach ya quizá. Quizá su vida de gatos y aburrimiento la que completa la su Lydia cuando una ola de calor y aromas salinos azota al pueblo y todo se vuelve primavera o las niñas se refrescan los vestidos se vuelven felices y se alisan el pelo que la joven Olivia recibe así la primavera todos los años o los al menos que estuvo más o menos abrazada a mi alma evolucionando. Pero debo corregir exámenes. A mí también se me desarrolló una vida oficial en el alma y debo llevarla a buen puerto resolverla con los menos pormenores posibles una postilla que ahora la joven Olivia juega a decorar con pinturas óleos. Me acuerdo estaba el gordo en la especie de camerino terminando de enfundarse el frac lo mismo que un embutido popular. La profesora de música abriendo la tapa del piano cuando la torpeza y la poca experiencia le hicieron pillarse los arrugados deditos y de qué manera. Los gritos de la anciana a punto de la jubilación resonaban llenaban y hacían reír al público más adolescente. El director orgulloso del tanto éxito del concierto aun sin empezar reía a la par que rociaba de caramelos al público que haciéndole olas a la profesora de música que sin ayuda cambiaba de color lo mismo que un camaleón era el día de Andalucía o preludio andaluz a la semana blanca de los escolares. El gordo comenzaba a quejarse a lágrimas necesitaba aplausos. El director reía como nunca. La abuela se desmayó y la banda municipal improvisó una coda y un telón muy gordo como de semana santa que bajó como cerrando el acto oficial del concierto popular o tradicional concierto de piano del día de Andalucía. Comer sardinas en la verbena o explotar petardos mientras se bailan vinos comen chistes y se matan las cucarachas de las alcantarillas eran los entretenimientos de entrada. La semana blanca parpadeaba como una estrella comercial de navidad y el gordo se quitó el frac para preguntarle a Dios que qué había pasado que qué con su concierto que qué con la abuela que qué. A la abuela que al borde de la jubilación se le gangrenaron los brazos y ya no sonó nunca más un solo acorde Chopin en su boca de en la su poca vida jubilada la corta vida jubilada que le quedaba ya en las venas de las manos que tan podridas que al poco tiempo murió podrida entera por completo pero ya daba lo mismo. Del director que volvió a ser director por muchos años de la orquesta popular de su pueblo en Alemania volvió al hotel aunque siguió destrozando vidas de profesores encima de los escenarios de para el deleite del ocio gordo del deleite del alumnado que aclamaba la presencia de esta persona herida en espinillas por todo el mundo. Cinco. Indiferente lo que se haya escrito siempre me parece adecuado. Sin la joven Olivia todo me parece adecuado. Todo. Esas bombillas de la ventana comercial me nublan la navidad. Esas bombillas que de como cuando Lydia me nublan la visión. De cómo cuando que con el pañuelo africano que rodeándole el cuello le rodeaban el alma de la lengua de la joven Olivia que de por todo el cuerpo de por las enormes piernas de Lydia la que recorría siempre que podía siempre que el cuerpo se lo pedía o de como regalo de bodas que de su ex del de Lydia que de la de la felicidad por consiguiente de la de la alegría africana del no tener del que pasar más pensión de más porque no porque no le da la gana más si acaso más la felicitación de navidad más que si sí que si no o que si acaso si acaso más o se le apetece o si acaso la felicitación más si acaso que si de enviársela a la mansión que qué más pero que la felicitación o desde África o desde como mucho Marbella. Es muy lamentable el estado de la joven Olivia se ha dado al baile y a los chiringuitos. Ahora pinta chiringuitos y sonidos de acordeón la joven Olivia. Pinta clítoris como una obsesa y viste pantalones oscuros bien ceñidos camisa blanca aparentemente desabrochada y un sombrero cordobés la joven Olivia aunque aún sigue con sus gatos. Leía los trópicos todos de Henry Miller una y otra vez y fumaba todo lo que a Lydia se le antojaba todo lo que Lydia le ponía en la boca. Bailaba la joven Olivia sevillanas en el centro del centro. Lydia se le reía para que se le empezara a bajar la minifalda como sin darse cuenta. Las dos hembras se entregaban sus cuerpos en los aparcamientos de la feria a vista de todos los borrachos. Amanecía. Desprendidas de todo resecaban sus cuerpos al sol del tanto flujo del tanto jugar al rescate. Pero Lydia estaba muy limitada. Tuvo anteriormente una amiga argentina que no la trató bien. A Lydia le encantaban las técnicas. Le encantaban las técnicas y los pañuelos africanos a Lydia. Lydia tenía unas piernas interminables. Su cuerpo tenía una textura que traía loca a toda la clase de contrapunto. A sus treinta y cuatro llegaba con minifalda a las ocho de la mañana y el ciego se echaba a llorar cada día de un color distinto. Se relamía de placer chupando el capuchón del bolígrafo con sólo escuchar la voz de Lydia con sólo imaginando su cuerpo que envuelto en un pañuelo africano y una minifalda blanca volvía loco a todo el que admiraba el ombliguito de Lydia a la luz del sol del patio de juego del conservatorio el ciego. Se conformaba con su olor. La joven Olivia no podía evitar la masturbación diaria en los servicios de la universidad con la foto de Lydia en minifalda sólo en minifalda. Sus compañeras no podían creer tanta belleza. Después de todo este amor continuaron una serie de meriendas a la sombra de los altos árboles del centro del centro a principios de mayo. La antigua amiga de Lydia llegó al pueblo buscando reconciliarse. Delgada y sin pecho aparente vestía con ansias revolucionarias un pelo oscuro y largo. Siempre envolvían su mirada varios hilos de humo de cigarrillo mal liado que le daban un aspecto bastante novelesco. Verónica nació en Córdoba. Vino a terminar sus estudios de filología hispánica. Reconciliarse con el cuerpo de Lydia y de paso pasarlo bien o al menos lo mejor posible era secundario. Se reunían las tres en los bancos del centro del centro todas las tardes y hablaban de física o botánica pero generalmente todos los temas desembocaban en el amor. Era mucho amor el que las tres jóvenes podían desmenuzar para el entretenimiento de la una de la otra. Lydia hablaba de una amiga del otro lado del charco Verónica de una compañera de la facultad y la joven Olivia del oporto en vasos de plástico. Todas hablaban de la misma.

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