Los lloriqueos de Gladys

Gladys dejó caer un par de lágrimas. Pudo evitarlas, pero ya estaba cansada de interpretar y por una vez va corriendo desnuda por los pasillos de la casa de Mario, que ahora está buscándola en su piano, otra vez, mientras los lloriqueos de Gladys van y vienen por los enormes pasillos de la casa. Y mientras Mario graba en el iPhone la última idea que ha nacido justo en mitad de un lloriqueo de Gladys, el más leve, el más lejano, que ha mezclado con uno suave cerca de sus labios, la segunda lágrima de antes que moja el pecho de Mario y le enciende la inspiración, Mario siente la necesidad de desnudarse también. Pero Gladys ya se ha ido.

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