Un otoño en el alma

Lydia había pedido una taza más de café, estaba en El Hierro, estaba tranquila. Aunque ya estaba casi de vuelta de todo, Lydia se sorprendía como el primer día, no podía evitarlo. Su sicología era muy compleja, como el sabor del café italiano con hielo ante ese paisaje tan cambiante que enloquecía la percepción de Lydia, que aquellos días estaba teniendo el principio de un otoño en el alma, un comienzo de serenidad por fin en el corazón de Lydia caliente como un volcán en erupción permanente. Ahora está en un pequeño apartamento en la isla de El Hierro, se acercó a disfrutar de las fiestas patronales, que se celebran cada veinte años, y duran dos semanas. Dos semanas en las que la isla se para para enlazar una y otra vez la noche con el día hasta perder la noción del tiempo, para vivir el centro del centro de un mes que es septiembre como sólo es posible vivirlo cada veinte años en El Hierro, con bocanadas de calor y frío, como el tercer café que ha pedido Lydia, con su correspondiente chorreón generoso de Baileys. Pero en realidad las fiestas son una excusa para Lydia, la vida al fin y al cabo se compone de excusas que se enlazan unas con otras mezcladas con casualidades. Eso era la vida para Lydia, que no paraba de ingeniárselas para girar y girar sin parar. Después de disfrutar del atardecer en aquella terraza donde solamente estaba Lydia saboreando sus cafés italianos y sus cigarrillos franceses, ha decidido Lydia levantarse y pagar a la encargada de la cafetería, no quiere que el supermercado del pueblo le cierre. Lydia quiere comprar un par de botellas de oporto, tinto y blanco. Por la noche llegará Verónica con ganas de tomar algo, y a Lydia le gusta recibir a sus amigas como sólo ella sabe hacerlo. Hace veinte años que no ve a Verónica, compañera de la facultad, y era un reencuentro esperado después de tanto correo electrónico y tanto whatsapp. Verónica es traductora y poeta y viene del Japón solamente para ver a Lydia, que no ha pasado por el mejor momento de su vida. Ahora Verónica escribe un whatsapp a Lydia para avisarle que el vuelo ha sido cancelado. A Lydia se le escapa una leve lágrima que se suicida sin aviso recorriendo el surco del centro del centro de sus pechos desembocando en una masturbación desesperada. Las fiestas han comenzado.  

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