Lydia había pedido una taza más de café, estaba en El Hierro, estaba tranquila. Aunque ya estaba casi de vuelta de todo, Lydia se sorprendía como el primer día, no podía evitarlo. Su sicología era muy compleja, como el sabor del café italiano con hielo ante ese paisaje tan cambiante que enloquecía la percepción de Lydia, que aquellos días estaba teniendo el principio de un otoño en el alma, un comienzo de serenidad por fin en el corazón de Lydia caliente como un volcán en erupción permanente. Ahora está en un pequeño apartamento en la isla de El Hierro, se acercó a disfrutar de las fiestas patronales, que se celebran cada veinte años, y duran dos semanas. Dos semanas en las que la isla se para para enlazar una y otra vez la noche con el día hasta perder la noción del tiempo, para vivir el centro del centro de un mes que es septiembre como sólo es posible vivirlo cada veinte años en El Hierro, con bocanadas de calor y frío, como el tercer café que ha pedido Lydia, con su correspondiente chorreón generoso de Baileys. Pero en realidad las fiestas son una excusa para Lydia, la vida al fin y al cabo se compone de excusas que se enlazan unas con otras mezcladas con casualidades. Eso era la vida para Lydia, que no paraba de ingeniárselas para girar y girar sin parar. Después de disfrutar del atardecer en aquella terraza donde solamente estaba Lydia saboreando sus cafés italianos y sus cigarrillos franceses, ha decidido Lydia levantarse y pagar a la encargada de la cafetería, no quiere que el supermercado del pueblo le cierre. Lydia quiere comprar un par de botellas de oporto, tinto y blanco. Por la noche llegará Verónica con ganas de tomar algo, y a Lydia le gusta recibir a sus amigas como sólo ella sabe hacerlo. Hace veinte años que no ve a Verónica, compañera de la facultad, y era un reencuentro esperado después de tanto correo electrónico y tanto whatsapp. Verónica es traductora y poeta y viene del Japón solamente para ver a Lydia, que no ha pasado por el mejor momento de su vida. Ahora Verónica escribe un whatsapp a Lydia para avisarle que el vuelo ha sido cancelado. A Lydia se le escapa una leve lágrima que se suicida sin aviso recorriendo el surco del centro del centro de sus pechos desembocando en una masturbación desesperada. Las fiestas han comenzado.
Un otoño en el alma
Publicado por Miguel Pérez
Miguel Pérez (Málaga, 1976) tiene su primer contacto con la música en la Banda Juvenil de Música de los Colegios Miraflores y Gibraljaire de Málaga, su ciudad natal, en cuyo conservatorio superior se gradúa posteriormente como Profesor de Solfeo, Teoría de la Música, Transposición y Acompañamiento, y Profesor Superior de Tuba. Desde 1990 compone en muy diferentes formatos que publica y estrena por todo el mundo, escribiendo música para radio, televisión, cine, y toda clase de espectáculos. Con Miguel Pérez Consort graba en 1999 Deus Meus, su primer lanzamiento discográfico, al que le seguirá un celebrado monográfico con sus composiciones dedicadas a la Semana Santa de Málaga que graba la Banda Municipal de Música de Málaga en el año 2006. Entre 2010 y 2020 escribe numerosa música para piano que culmina con el disco Treinta Años Escribiendo Música (2020), en el que Miguel Pérez vuelve a grabar una selección de su obra para piano. Afincado en Canarias desde 2007, y después de treinta años dedicados plenamente a la composición e interpretación musical en su sentido más personal, actualmente invierte su tiempo exclusivamente a la labor docente que desempeña como Jefe del Departamento de Música del IES Santo Tomás de Aquino en la isla de Fuerteventura. En los ratos que le sobra, escribe la música que le viene en gana, música que comparte con sus seguidores en Spotify y demás plataformas musicales en la red. Más en https://miguelperez.es/ Ver todas las entradas de Miguel Pérez