Nubes negras

Llegó la hora de cenar y alguien comenzó a cortar dedos y a mancharlo todo de sangre. El pueblo entero se perseguía a sí mismo, se teñía de rojo cuchillo en mano solidarizándose absurdamente. La locura y el hambre se adueñaron de sus pertenencias, las que ya no eran suyas. Acabada la mortadela, se devoraban unos a otros sin orden, el paisaje era borrado por unas nubes negras que disminuían poco a poco mientras crecían los gritos y llantos. El silencio reinó por vez primera sobre la lluvia eterna, que hizo que desapareciese todo sin dejar ni rastro de recuerdo alguno acerca de sus existencias.

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