El origen de mi música

Hoy he vuelto a llorar con música.

Escuchaba el Flying Theme de E.T. escrito por John Williams, siguiendo la partitura. Y mientras sonaba, me descubrí viajando hacia atrás, al origen de todo.

Mi padre, sin saberlo, fue el primero que me empapó de música. No era músico, era un trabajador incansable, mecánico de aquellas viejas máquinas de bar: tragaperras, y también aquellas gramolas donde, con una moneda, podías escuchar un tema en un disquito pequeño. Muchas veces, cuando los singles caducaban, él los traía a casa. Entre aquellos vinilos de 7 pulgadas se escondían mundos enteros que yo, de niño, devoraba con los oídos.

Mi madre también me enseñó, sin proponérselo. Me llevó al cine a ver E.T. el día de mi cumpleaños. Era enero de 1983, yo tenía siete años recién cumplidos. Allí, frente a la gran pantalla, descubrí la música de Williams. No solo la película me maravilló: fue aquella música la que se me quedó grabada como un eco eterno.

Entre un padre de manos manchadas de grasa y una madre ama de casa, humildes hasta lo más hondo, se formó mi pasión más grande: la música. Ellos me enseñaron, sin teorías ni conservatorios, qué significa de verdad escuchar. Y todo lo que aprendí en casa, escuchando, valió más que todos los años de estudio reglado.

Por eso hoy, al seguir las notas del Flying Theme, lloro. Porque comprendo que mi camino comenzó allí, en aquella casa sencilla, entre discos desechados y tardes de cine. Y que la sinfonía que ahora escribo no nace solo de mí: nace de ellos, de su humildad, de su esfuerzo y de aquella semilla que sembraron sin darse cuenta.

La música me lo ha dado todo. Pero antes que la música, estuvieron ellos.

Deja un comentario