Barbacoa y piano en casa del maestro José Antonio Molero

Hay instantes que trascienden lo cotidiano y se vuelven memoria viva. Ayer, en la barbacoa ofrecida por el maestro José Antonio Molero, la música se coló entre el rumor de las conversaciones, la risa compartida y el crepitar de las brasas.

La fotografía detiene ese instante: yo, sentado al piano, mientras el maestro Molero, a mi lado, inclina su mano sobre las teclas. Un gesto sencillo que encierra todo lo que significa compartir música y amistad.

Entre los presentes, también brilló la compañía de mi querido compañero y maestro Javier Moreno, y la de Miguel Ángel Vargas, cuya cercanía añade siempre hondura y calidez a cada encuentro.

Gracias, maestro Molero, por abrirnos tu casa. Hay veladas que no necesitan escenario para volverse eternas: basta la amistad, la música y la gratitud.

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