Un día inolvidable: emoción, música y gratitud

Mañana regreso a Fuerteventura volando, pero no en avión… sino impulsado por la emoción y la felicidad de haber vivido una tarde absolutamente inolvidable.

Todo comenzó con el conmovedor homenaje que me brindó la Banda de Música de Churriana en su concierto de Cuaresma. Recibir este reconocimiento a mi trayectoria y escuchar mis propias composiciones interpretadas con tanto mimo y respeto ha sido un regalo impagable. La banda sonó magníficamente, con un equilibrio perfecto en todas sus cuerdas y una cohesión impecable. Lo más inspirador fue la energía y el compromiso de sus músicos: jóvenes, pero con la madurez artística de quienes aman lo que hacen. Tocaban con una pasión contagiosa, combinando la disciplina con un entusiasmo genuino que llenaba el ambiente de vitalidad. “Estrella del Perchel”, “Bajo Palio” y “Esperanza Perchelera” cobraron vida en sus manos, pero el momento más especial llegó al final del concierto, cuando su director titular, Juan Miguel Muñoz Cabrera, me cedió la batuta para dirigir “Flor de San Julián”. Poder interpretar esta marcha con ellos fue un privilegio que me emocionó profundamente. Sentir su entrega y el calor del público en ese instante fue un regalo que guardaré para siempre en mi corazón.

Pero la emoción no terminó ahí. Como si ambas formaciones se hubieran puesto de acuerdo, tuve la suerte de que el horario permitió que pudiera estar en los dos eventos. Pero no solo eso: que mi querida amiga Paloma Artola también me llevara en su coche fue clave para hacerlo posible, permitiéndome vivir ambos momentos sin perder ni un solo compás. Durante el trayecto, además, aprovechamos para conversar para su programa de radio, en el que pronto podréis escucharme compartiendo esta experiencia.

Así, llegué a tiempo para otro instante imborrable: la Banda Municipal de Málaga me regaló el estreno absoluto de mi nueva marcha “Cristo de la Clemencia”. Es una obra con un significado muy especial para mí. Cada nota, cada pausa y cada matiz llevan impreso un sentimiento profundo, un recuerdo, una historia que necesitaba ser contada a través de la música. No siempre es fácil traducir ciertas emociones en palabras, pero la música tiene el poder de hablar en su propio lenguaje, de resonar en quien la escucha de maneras que a veces ni siquiera podemos prever. Verla cobrar vida en un escenario tan solemne como la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús fue un momento que guardaré para siempre.

No hay palabras suficientes para agradecer a todos los que han hecho posible este día: a los músicos, a los directores, a quienes organizaron cada detalle y, sobre todo, a quienes han estado presentes, ya sea con su aplauso o con su apoyo incondicional. La música nos une, nos eleva y nos da momentos como este, que quedan para siempre en el alma.

Hoy, Málaga me ha abrazado con su música y su cariño. Y yo me marcho con el corazón rebosante, con la certeza de que este no es un punto final, sino el inicio de muchas más emociones por vivir.

Gracias, de todo corazón.

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