Sábado

Gladys se había desnudado una vez más.
Era inevitable no bañarse con Rebeca otra vez.
Un sábado por la mañana, bañarse de sol desnudas al amanecer,
mojadas por el silencio de la primera luz,
la música favorita de Gladys,
después de tanto tango y tanto flamenco,
harta del jazz de Mario y el minimalismo de Juan,
jugar a los espacios de tiempo, a desordenar la intensidad,
a pasarse las emociones de la izquierda a la derecha sin orden,
eran los juegos favoritos de Gladys,
Gladys era un poco como España, como el Facebook, como el WhatsApp,
una comunicación marcada, incompleta,
que ya desde hacía tiempo huía de las conclusiones generales,
que manoseaba la mayoría,
a falta de una decisión auténtica.

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Después de tanto tiempo

Desencantada Gladys se marchó a Hamburgo. Allí plantó su corazón, consiguiendo derretir un radio kilométrico de hectáreas nevadas hasta el más íntimo paisaje nublado, deshelar cualquier sentimiento o deseo por mínimo era lo justo. Las miradas atmosféricas volvieron a estar vivas, brillando y temblando bajo unas nubes que desaparecerían para siempre al son de los muelles de las camas de todo el país, una música deliciosa después de tanto tiempo como nuestros cuerpos cuando nos abrazábamos para siempre. Era tan imposible que se nos hizo realidad sin pretenderlo.

Lola no tiene paraguas y se moja toda

Aún están mojadas las calles de la última lluvia para Mario, que acaba de llegar de Bilbao. Ha pedido una cerveza, sonreído a la rubia de la barra, y mientras moja sus labios -ha comprendido  en tres días que se ha pasado admirando la temporal del  Guggenheim  que los idiomas no son para él- decide mandarlo todo a la mierda. Mario termina la cerveza y se dirige a retirar su matrícula de inglés en la escuela de idiomas, no soporta ser un alienado más, Mario no soporta ser apto como cualquier apto entre tantos aptos de todo un continente que no deja de saquear en nombre de la globalización. Mario no está de acuerdo con la sociedad casi robótica que le ha tocado, una sociedad que no sabe abrirse más que como se abren los paraguas, con miedo, antagónica a la autenticidad y ruin con todo aquello que no resulte ni en apariencia ser práctico para algo, una sociedad que pasa los días poniendo Me gusta a todo lo que amigos que hace más de dos décadas que no ve cuelgan en Facebook, una sociedad más conectada y sola que nunca. Mientras Mario mastica en su masa gris todo esto, mientras aligera cada vez más el paso hacia la escuela de idiomas, se tropieza con Lola Roca, otra superviviente del instituto, la rubia que le gustaba a Mario, otra que va a contracorriente. Mario y Lola se ponen al día, esto es, una canción de La Cabra Mecánica, y comparten un café. Lola le cuenta que es profe de inglés y que los fines de semana pone discos en el Road House, sobre todo de La Cabra mecánica, le encanta La Cabra Mecánica a Lola, y no soporta ni las dietas ni el ejercicio físico. Mario le comenta que él es un enamorado de las paellas y que todavía muere por ella. Como Mario hace años que no va al gimnasio y Lola sólo conoce el idioma único de estas canciones de La Cabra Mecánica, Mario enlaza estas pequeñas casualidades matutinas con su profundo odio al inglés y que su vida es un poco como la de un pez en un lavabo. Lola no tiene paraguas y se moja toda. Ha empezado de nuevo a llover. Lola y Mario se van sin pagar el café y comparten una última canción de La Cabra Mecánica en las escaleras de un portal frente a la Plaza de la Merced. La plaza está vacía. Mario y Lola se besan con el sonido de la lluvia de fondo, como en cualquier película mala en blanco y negro. Mario y Lola a veces son muy románticos, por eso no se han dado los teléfonos ni el Facebook, para evitar compartir canciones en inglés.

 

 

Metonimia

El aliento de Jocabed era una rara mezcla de Red Bull y semen. El cielo estaba abriéndose y Jocabed debía volver a embutirse en el uniforme azul de todos los días. Jocabed sabe de su aliento y se lava los dientes en un intento de borrar las huellas de aquella noche, sin recordar como cada día que son ya demasiadas las huellas a borrar, y que se multiplican en su boca como en su vida los líquidos, las esperanzas, y decepciones, y ni cambiar de marca de cigarrillos, fumar marihuana, o coger la guagua una hora antes van a poder solucionar su desesperada existencia.